6.11.07


     
     Un topónimo, así decretado como disciplina de la onomástica, es ni más ni menos que el resultado de un proceso histórico de denominación de un lugar.
     
      Los topónimos, en instancia final los nombres de lugar, poseen diversos orígenes. Una de sus motivaciones es la creencia popular de los pueblos de que existe una conexión mística entre el nombre de cada lugar y su significado.
     
      Desde la perspectiva epistemológica, la historia tiene un papel importante, así como la geografía u otra ciencia social, en los estudios toponímicos.
      
      Los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos reflejan el contacto con la flora, la fauna, las geografías e hidrografías con los hombres de la Antigüedad; trazan borrosos contornos de añosos villorrios, pueblos y caseríos; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; exhuman remotos colonizadores develando un hablar, unas costumbres, algunos imperativos, varias devociones, y en ocasiones, mentalidades.
     
      No obstante, la historia de un territorio se comporta, en ocasiones, como símil de una mamushka rusa: varias muñecas contenidas en una; varios significados en uno solo. De allí que la toponimia se revela como un misterio concéntrico.
      
      Para su estudio -desde la concepción histórica-, debí tener en cuenta algunos aspectos metodológicos fundamentales, a fin de buscar los orígenes últimos, sin contradicciones ó análisis superficiales e incompletos de etimologías. En primer lugar, presupuse el hecho de que numerosos topónimos no tienen un sentido transparente o fácilmente inteligible. Por otro lado, me enfrenté al inevitable problema del cambio (en relación al espacio geográfico y en relación al tiempo lineal). Finalmente, lidié con los principios de pertenencia y permanencia.
    
  En sintética versión enciclopédica, presento aquí los resultados: Toponimia General de los Países del Mundo.




Víctor Ribnikov



“Los nombre de lugar son viva voz de aquellos pueblos desaparecidos,
transmitida de generación en generación, de labio en labio,
y que por tradición interrumpida llega a nuestros oídos
en la producción de los que hoy continúan habitando el mismo lugar,
adheridos al mismo terruño de sus remotos pasados;
la necesidad diaria de nombrar ese terruño une a través de los milenio
la pronunciación de los habitantes de hoy
con la pronunciación de los primitivos”

Ramón Menéndez Pidal (1952)